La
pasada semana saltó una de las noticias más sorprendentes e
inimaginables de la actualidad barcelonista. Víctor Valdés,
destacada figura en la última década culé, anunciaba la decisión
de no renovar su contrato con el club. El jugador y su entorno
declinaban la opción de la renovación dejando abierta la puerta de
su salida en el verano de 2014, fecha de expiración de su actual
contrato.
La
marcha del portero plantea serios problemas que la directiva y el
cuerpo técnico deberán resolver en los próximos meses. No solo se
trata de la marcha de un jugador, significa la pérdida de uno de los
pilares básicos sobre los que se ha sustentado la época más
gloriosa del FC Barcelona. Es un símbolo de lucha, de superación y
un ejemplo para los jóvenes del fútbol base.
La
llegada de Valdés al primer equipo se produjo de la mano de Louis
Van Gaal en 2002, debutando en Liga en todo un Camp Nou y frente al
Atlético de Madrid. Muchos hechos se sucedieron antes y después de
este debut que mostrarían el carácter del meta. Desde su temprano
deseo por dejar una profesión y una demarcación que angustiaban su
vida cada fin de semana, hasta la supuesta indisciplina tras volver a
ser relegado al filial por el técnico tulipán.
Pero
lejos de todo esto, fue con Antic y más tarde con Rijkaard, sobre
todo, en aquella final de Champions contra el Arsenal, donde Víctor
llegó al corazón de los aficionados blaugranas y pasó de ser un
portero discutido al ídolo de una afición que hacía lustros que no
encontraba un cancerbero de garantías.
Y
es que desde que la Pantera de Hospitalet llegara por “segunda
vez” a la cantera del Barça en el año 1995, son muchos los
porteros que han defendido la elástica culé, pasando la mayoría de
ellos sin pena ni gloria por el club: Busquets, Lopetegui, Angoy,
Vitor Baia, Hesp, Arnau, Reina, Dutruel, Bonano, Enke, Jorquera,
Rustu...
Víctor
tiene ese algo que lo hace único para el sistema Barça. Tiene ese
juego con los pies que, aunque muchas veces le ha jugado malas
pasadas, es el punto desde el que se inicia el juego azulgrana. Un
portero con precisión en el desplazamiento de balón y con una
espectacular sangre fría para desarrollarlo. Es el portero que está
ahí cuando se necesita, aquel que no tiene trabajo en 89 minutos y
en el último te salva de la derrota. Todos estos motivos hacen de
Valdés, sino el que más, uno de los porteros más completos del
mundo y basta un rápido ojeo por las porterías de medio mundo para
darnos cuenta de la inexistencia de un recambio natural para él.
Nos
encontramos en una época futbolística en la que, salvo un par de
excepciones, resulta difícil encontrar a los grandes porteros que
antaño tuvimos. Ahora los Buffon o Cech se encuentran en la cuesta
abajo de sus carreras, mientras que los grandes valores que van
apareciendo aún denotan falta de madurez para las prestigiosas y
exigentes porterías de los grande de Europa, hablamos de los De Gea,
Neuer, Courtois, Guaita, Hart... Analizando las metas de los equipos
encontramos en la mayoría de ellas la duda e inseguridad, dejando en
manos de jóvenes aún inexpertos o de viejos veteranos de guerra la
misión de salvaguardar el arco con las mayores garantías posibles.
Y no solo los equipos europeos, esta crisis también se traslada a la
mayoría de selecciones, sobre todo del continente sudamericano
-tierra en la que en otro tiempo grandes porteros asumían el
liderazgo de sus equipos con ese carisma que separa al “bueno”
del “malo”-, que a falta de poco tiempo para el Mundial 2014 no
han encontrado su “Santo” bajo palos.
Con
esta situación, es difícil encontrar un sustituto para Valdés.
Actualmente no existe en primera línea mundial un portero que reúna
las características necesarias que le hagan valedor de ser el
próximo relevo de uno de los porteros más exitosos de la historia
culé. Más crítica si cabe es la situación del filial a corto
plazo, ya que los porteros de estos últimos años del fútbol base
no han dado la talla para merecer siquiera un hueco en la primera
plantilla.
Además
del relevo, el otro gran problema de la marcha del portero se centra
en el ámbito económico. El FC Barcelona tiene que tomar una difícil
decisión: vender a Víctor este próximo verano con el consiguiente
beneficio para las arcas del club o esperar al siguiente verano y
dejarlo ir libre. Doble V ha admitido que quiere acabar su contrato
en Barcelona y seguir sumando títulos en una última campaña como
culé. La pelota está ahora en el tejado de la directiva de Sandro
Rossell, con quién el arquero no ha tenido una estrecha relación
que digamos. No debemos olvidar que, con la llegada de Rossell a la
vicepresidencia de la mano de Joan Laporta, se intento dar salida del
club a Víctor con el fichaje del turco Rustu.
Este
motivo junto al económico y la falta del reconocimiento de sus
méritos, han provocado en él los deseos de abandonar el equipo
azulgrana. Y es que Valdés quería equipararse en sueldo a los
cracks de la plantilla porque según él, su aportación al equipo ha
sido igual de importante y trascendente y nunca ha obtenido la
valoración correspondiente ni por parte del aficionado ni por parte
de la directiva. Una década defendiendo una portería que
históricamente ha sido un quebradero de cabeza para la institución,
ha terminado por desgastar también al jugador, al igual que el
banquillo lo hizo con Guardiola.
Valdés,
culé de corazón, nunca olvidará al club de sus amores, al igual
que no será olvidado por cada sector del barcelonismo que estos años
ha tenido la suerte de poder contar por fin con un portero solvente
bajo palos, partícipe en los grandes éxitos del equipo y de la
selección española, con cinco Trofeos Zamoras a su espalda y dando
la seguridad defensiva que tanto se anhelaba en Barcelona. Su nombre
será coreado mientras siga en Can Barça y recordado cuando en un
futuro próximo ya no esté. Ahora es cuando se aprecia lo que se
tiene y se le da el valor que quizá un día no se le dio.
Por todo, gracias Víctor.
Por todo, gracias Víctor.
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