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martes, 22 de enero de 2013

Sucesión en la portería blaugrana.

La pasada semana saltó una de las noticias más sorprendentes e inimaginables de la actualidad barcelonista. Víctor Valdés, destacada figura en la última década culé, anunciaba la decisión de no renovar su contrato con el club. El jugador y su entorno declinaban la opción de la renovación dejando abierta la puerta de su salida en el verano de 2014, fecha de expiración de su actual contrato.  

La marcha del portero plantea serios problemas que la directiva y el cuerpo técnico deberán resolver en los próximos meses. No solo se trata de la marcha de un jugador, significa la pérdida de uno de los pilares básicos sobre los que se ha sustentado la época más gloriosa del FC Barcelona. Es un símbolo de lucha, de superación y un ejemplo para los jóvenes del fútbol base.

La llegada de Valdés al primer equipo se produjo de la mano de Louis Van Gaal en 2002, debutando en Liga en todo un Camp Nou y frente al Atlético de Madrid. Muchos hechos se sucedieron antes y después de este debut que mostrarían el carácter del meta. Desde su temprano deseo por dejar una profesión y una demarcación que angustiaban su vida cada fin de semana, hasta la supuesta indisciplina tras volver a ser relegado al filial por el técnico tulipán.

Pero lejos de todo esto, fue con Antic y más tarde con Rijkaard, sobre todo, en aquella final de Champions contra el Arsenal, donde Víctor llegó al corazón de los aficionados blaugranas y pasó de ser un portero discutido al ídolo de una afición que hacía lustros que no encontraba un cancerbero de garantías.



Y es que desde que la Pantera de Hospitalet llegara por “segunda vez” a la cantera del Barça en el año 1995, son muchos los porteros que han defendido la elástica culé, pasando la mayoría de ellos sin pena ni gloria por el club: Busquets, Lopetegui, Angoy, Vitor Baia, Hesp, Arnau, Reina, Dutruel, Bonano, Enke, Jorquera, Rustu...

Víctor tiene ese algo que lo hace único para el sistema Barça. Tiene ese juego con los pies que, aunque muchas veces le ha jugado malas pasadas, es el punto desde el que se inicia el juego azulgrana. Un portero con precisión en el desplazamiento de balón y con una espectacular sangre fría para desarrollarlo. Es el portero que está ahí cuando se necesita, aquel que no tiene trabajo en 89 minutos y en el último te salva de la derrota. Todos estos motivos hacen de Valdés, sino el que más, uno de los porteros más completos del mundo y basta un rápido ojeo por las porterías de medio mundo para darnos cuenta de la inexistencia de un recambio natural para él.

Nos encontramos en una época futbolística en la que, salvo un par de excepciones, resulta difícil encontrar a los grandes porteros que antaño tuvimos. Ahora los Buffon o Cech se encuentran en la cuesta abajo de sus carreras, mientras que los grandes valores que van apareciendo aún denotan falta de madurez para las prestigiosas y exigentes porterías de los grande de Europa, hablamos de los De Gea, Neuer, Courtois, Guaita, Hart... Analizando las metas de los equipos encontramos en la mayoría de ellas la duda e inseguridad, dejando en manos de jóvenes aún inexpertos o de viejos veteranos de guerra la misión de salvaguardar el arco con las mayores garantías posibles. Y no solo los equipos europeos, esta crisis también se traslada a la mayoría de selecciones, sobre todo del continente sudamericano -tierra en la que en otro tiempo grandes porteros asumían el liderazgo de sus equipos con ese carisma que separa al “bueno” del “malo”-, que a falta de poco tiempo para el Mundial 2014 no han encontrado su “Santo” bajo palos.

Con esta situación, es difícil encontrar un sustituto para Valdés. Actualmente no existe en primera línea mundial un portero que reúna las características necesarias que le hagan valedor de ser el próximo relevo de uno de los porteros más exitosos de la historia culé. Más crítica si cabe es la situación del filial a corto plazo, ya que los porteros de estos últimos años del fútbol base no han dado la talla para merecer siquiera un hueco en la primera plantilla.

Además del relevo, el otro gran problema de la marcha del portero se centra en el ámbito económico. El FC Barcelona tiene que tomar una difícil decisión: vender a Víctor este próximo verano con el consiguiente beneficio para las arcas del club o esperar al siguiente verano y dejarlo ir libre. Doble V ha admitido que quiere acabar su contrato en Barcelona y seguir sumando títulos en una última campaña como culé. La pelota está ahora en el tejado de la directiva de Sandro Rossell, con quién el arquero no ha tenido una estrecha relación que digamos. No debemos olvidar que, con la llegada de Rossell a la vicepresidencia de la mano de Joan Laporta, se intento dar salida del club a Víctor con el fichaje del turco Rustu.

Este motivo junto al económico y la falta del reconocimiento de sus méritos, han provocado en él los deseos de abandonar el equipo azulgrana. Y es que Valdés quería equipararse en sueldo a los cracks de la plantilla porque según él, su aportación al equipo ha sido igual de importante y trascendente y nunca ha obtenido la valoración correspondiente ni por parte del aficionado ni por parte de la directiva. Una década defendiendo una portería que históricamente ha sido un quebradero de cabeza para la institución, ha terminado por desgastar también al jugador, al igual que el banquillo lo hizo con Guardiola.

Valdés, culé de corazón, nunca olvidará al club de sus amores, al igual que no será olvidado por cada sector del barcelonismo que estos años ha tenido la suerte de poder contar por fin con un portero solvente bajo palos, partícipe en los grandes éxitos del equipo y de la selección española, con cinco Trofeos Zamoras a su espalda y dando la seguridad defensiva que tanto se anhelaba en Barcelona. Su nombre será coreado mientras siga en Can Barça y recordado cuando en un futuro próximo ya no esté. Ahora es cuando se aprecia lo que se tiene y se le da el valor que quizá un día no se le dio.

Por todo, gracias Víctor.

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