Después del límite que algunos clubes han
sobrepasado al introducir la política en el mundo del fútbol e instrumentalizar
grandes eventos en su favor, ahora se ha dado un paso más y el que llega a los
terrenos de juego, es el terrorismo.
Todo comienza hace una semana
cuando se da a conocer la decisión de ex jugadores de la Real Sociedad y del
Athletic de Bilbao de llevar a cabo un partido el próximo día 30 de este mes,
con el objetivo de respaldar la manifestación a favor de los presos de ETA con
el lema “'Derechos
humanos. Solución. Paz. Presas y presos vascos a Euskal Herria”, establecida
en 12 de enero. Una concentración convocada por Herria, un colectivo de apoyo a
los presos del grupo terrorista y que ha protagonizado numerosas movilizaciones
estos últimos años.
Ante el conocimiento de esta
noticia, el pasado lunes 24 la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT),
realizó la petición de prohibir el encuentro ante la Audiencia Nacional,
considerando que "ensalza a quienes han sido condenados por pertenecer o colaborar
con ETA o condenados por acciones terroristas que han causado un gran número de
fallecidos y heridos", como así afirmaban en el escrito. Añadiendo también
que "el encuentro supone un menosprecio y humillación a las víctimas del
terrorismo y a sus familiares". Protestas, todas ellas sin fortuna.
Puesto que el magistrado Ismael Moreno ha rechazado la petición y finalmente ha
autorizado la celebración de dicho encuentro que se llevará a cabo en el campo de fútbol
Larrotegi, Lekeitio (Vizcaya),con entrada gratuita y se sorteos de diferentes
prendas donadas por deportistas.
Toda una “fiesta” (modo irónico on) a la que ya
se han unido políticos como
el diputado general de Guipúzcoa, Martin Garitano, de Bildu.
Una vez resumido el asunto para evitar que falten datos, ¿Cómo es posible que se utilice el
fútbol con estos fines? ¿Y que además las instituciones lo permitan?. El fútbol
no debe ni puede entrar al servilismo de los políticos y aún menos al de
organizaciones con propósitos muy lejanos a la democracia. Hay colectivos que
se aprovechan de su situación ventajosa para introducir sus mensajes en un
mundo, como el del fútbol, que sólo debería estar para el disfrute del
espectador y no como plataforma propagandística de elementos ajenos. Es
evidente que estos movimientos son conocedores de la fuerza del mayor deporte
de nuestro país y del mundo, pero para evitar este uso inadecuado del deporte están
los tribunales y el propio fútbol. En primer lugar, son los propios clubes los
que dejan que esto suceda y en algún estadio es
habitual que en todos los
partidos surjan reivindicaciones políticas. Sin embargo, nadie actúa, puesto que parece más importante multar a un
jugador por mostrar apoyo a alguien en su camiseta o retirar pancartas
hirientes al presidente del club de turno. Son hechos más “importantes” o
seguramente más fáciles de penalizar. El propio fútbol no se respeta a sí mismo
y así ocurre que cualquiera lo pueda utilizar. Si el entorno del deporte rey no es capaz de
legislarse a sí mismo para lo que no interesa, es imposible que las autoridades
se manchen las manos. Poco respeto muestras los ex jugadores de ambos equipos
al apoyar a unos presos que seguramente cuenten con víctimas en su historial.
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