El
técnico amarillo finalizaba su rueda de prensa posterior al encuentro frente al
Mirandés con las siguientes palabras "El
ascenso no te lo regalan, te lo ganas día a día, este final de 2012 es dulce,
viendo cómo empezó la temporada y espero devolverle a la afición todo lo que se
merece" rematando con que "el 2013 será inolvidable para
nosotros", respondía con claridad acerca de si
pedía a Los Reyes Magos el ansiado ascenso a Primera. Todas ellas, afirmaciones
que hace un tiempo eran impensables. Y cuando me refiero a impensables no lo
digo por la meta del ascenso, sino por la confianza que tiene en su trabajo, ya
que cualquier otro entrenador ante esa pregunta hubiera dicho “ojalá que los
Reyes nos hagan ese regalo”, es decir, a sabiendas de que un milagro sería la
única opción.
Justamente cuando iba de camino al
estadio para presenciar este partido, comentaba con mi padre la fe de Lobera en
su profesionalidad y la convicción de lo que hace. Recordaba la constancia del
maño cuando los momentos no eran buenos y su transparencia de cara al público.
Sabedor de que la plantilla que se le había confiado era para alcanzar grandes
cotas. Nunca se escondió, ni dijo que esto era lo que había o que con estos
jugadores, que más le podían pedir. Era consciente de las virtudes y fue él, el
que busco soluciones tácticas para dar con una tecla que acumula 14 partidos
oficiales sonando de maravilla. No fue contra la prensa ni contra sus
aficionados, más bien todo lo contrario. Y es ahora cuando esos detalles cobran
importancia, puesto que todo el mundo sabe llevar el viento a favor y muy pocos
entrenadores saben avanzar cuando les viene en contra. No quiero nombrar
entrenadores pasados, pero está claro que el discurso del joven Lobera debería
hacer pensar a más de un veterano ofuscado en su oscura “realidad”. Una
ambición que en nuestra isla llevábamos mucho tiempo sin ver, lo cuál se
agradece tras años de conservadurismo o quizás simplemente estacamiento. Una
mentalidad que muchas veces desde fuera achacábamos a los jugadores pero que si
vemos la plantilla de este año, no ha cambiado tanto con respecto al pasado,
por lo que quizás no tuvieron un motivador adecuado que supiera sacar el jugo
de sus botas.
Quedan seis meses frenéticos de
competición, en los que el míster amarillo no piensa aludir a milagros o
regalos, siempre quiere más y esa será la clave de nuestro éxito. Ascender
sería la palma y no hacerlo también, si al menos somos capaces de luchar por él.
Algo a lo que Lobera no piensa renunciar nunca y eso ya es todo un logro, a
tenor de lo visto en campañas anteriores. Ha sido capaz de cambiar la
mentalidad de la plantilla, de la afición y de toda una isla. El Loberismo no
espera, ni se acomoda por nadie, sino
que fragua su propio futuro.
Han hecho una gran eliminatoria de copa frente al Betis, con una pizca de suerte (y quizás algun millon arriba) se hubiesen clasificado!!
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