El caso Armstrong continúa su curso con una declaración de culpabilidad ante las cámaras de televisión del ciclista americano. Confesó. Lance admitió que se dopó. Con un sí rotundo, respondió a todas las preguntas en las que se mencionó el uso de sustancias prohibidas. EPO, testosterona, transfusiones de sangre...sí, sí, sí... En apenas cinco minutos, reconoció lo que negó durante años, más de quince. El motivo, estaba acorralado. No tenía escapatoria. Hasta once ex-compañeros declararon en su contra, y la USADA, recogió esos testimonios elaborando un informe detallado de los movimientos y métodos del americano. Su historia de cuento de hadas, de superación y esfuerzo, ya forma parte del turbio pasado del ciclismo. Un pasado demasiado oscuro.
En la entrevista, un mentiroso con mayúsculas se declaró culpable, el único, no responsabilizó a nadie, de ese enorme engaño que supuso su carrera como ciclista profesional. No tiró de la manta. En varias ocasiones, eludió hablar sobre personas como el doctor Ferrari y evitó referirse a instituciones como el Tour de Francia o la Unión Ciclista Internacional (UCI). Incluso admitió que con sus actuaciones decepcionó a todos los que le apoyaron. Lance Armstrong explicó como el consumo de sustancias prohibidas era una costumbre dentro de una 'cultura del dopaje'. El americano era el líder de un equipo basado en prácticas ilegales. Para él doparse suponía una rutina, algo similar a llenar de agua los bidones cada día. Increíble escuchar con esa sinceridad sus métodos. Sin duda, la mayor decepción en los últimos años. Cuesta trabajo entender cómo pudo ganar siete Tours sin que nadie lo descubriera. Su ambición le cegó. Reconocimiento mundial, ejemplo de superación, fama o dinero. Por medio de un dopaje sistemático Armstrong lo consiguió todo. Esquivó los controles de carrera menos exigentes que en la actualidad. Y ahora a queda retratado para siempre. Un tramposo más. Nadie le obligó, pero tampoco obligó a nadie, matizó el americano.
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Armstrong y Hamilton en 2003 |
Hoy, todos damos la razón a Jesús Manzano, ex corredor del Kelme, que en el año 2004 denunció el dopaje generalizado y sistemático en el pelotón mundial. David Millar o Simeoni fueron otras voces discrepantes con un ciclismo podrido y gobernado por Lance Armstrong. Sus declaraciones, como las de Manzano, son ahora más ciertas que nunca.
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