
Empieza a ser una costumbre, de un tiempo a esta parte, encontrarse con un partido aburrido, carente de ritmo y poco emocionante si quién juega no es otro que el Real Madrid. Y los antecedentes se cumplieron a la perfección. El partido comenzó entre bostezos con un débil aviso de Cristiano a balón parado y un increíble error de Modric. Lo que parecía un gol cantando, acabó en un disparo a la derecha de Guaita que no vio ni puerta. Sin apenas complejos y en una clara declaración de intenciones, el equipo merengue entregó el balón al Valencia. El plan, esperar una contra. Una estrategia acertada si juegas en Old Trafford (le tocará) pero en tu campo, ante tu afición, quizás se espera un poco más de fútbol. Y este es el problema básico del equipo madridista, no juega a nada. El Valencia marcó el ritmo del encuentro y disfrutó de grandes oportunidades. Pero su escaso acierto y los errores arbitrales pusieron en bandeja el triunfo al Madrid. Que, si una cosa guarda todavía, es pegada. Siempre que este Cristiano sobre el campo, como ya se demostró en Pamplona. La mera presencia del portugués influye en sus compañeros. Es una inyección de moral, transmite fuerza y coraje. Su incorformismo contagia.
Los jugadores ches acabaron desquiciados y su entrenador, Ernesto Valverde, en la grada. El colegiado Muñiz Fernández no tuvo su mejor día. Cuando más apretaba el conjunto valenciano pitó dos fueras de juegos inexistentes a Soldado. Tampoco vio una mano de Carvalho en el área. En líneas generales, muy casero. Pese a todo, el Valencia tuvo ocasiones. Las más claras en las botas de Jonas. Primero, con un disparo desde fuera del área que rozó el larguero y después, con un tiro que Casillas acertó a despejar. Además se mostró superior a balón parado frente a una defensa madridista bastante blanda. Pero como suele suceder en estos casos, quién perdona lo acaba pagando. En una contra letal, Essien se disfrazó de aquel jugador que maravillo en el Chelsea. Salió de la cueva con el balón controlado y dio un pase perfecto a Kedhira. El alemán entregó el esférico a Benzema que definió con sutileza. La ley del mínimo esfuerzo. Primera ocasión clara y gol. El marcador al descanso no reflejaba la visto en el terreno de juego.
Los jugadores ches acabaron desquiciados y su entrenador, Ernesto Valverde, en la grada. El colegiado Muñiz Fernández no tuvo su mejor día. Cuando más apretaba el conjunto valenciano pitó dos fueras de juegos inexistentes a Soldado. Tampoco vio una mano de Carvalho en el área. En líneas generales, muy casero. Pese a todo, el Valencia tuvo ocasiones. Las más claras en las botas de Jonas. Primero, con un disparo desde fuera del área que rozó el larguero y después, con un tiro que Casillas acertó a despejar. Además se mostró superior a balón parado frente a una defensa madridista bastante blanda. Pero como suele suceder en estos casos, quién perdona lo acaba pagando. En una contra letal, Essien se disfrazó de aquel jugador que maravillo en el Chelsea. Salió de la cueva con el balón controlado y dio un pase perfecto a Kedhira. El alemán entregó el esférico a Benzema que definió con sutileza. La ley del mínimo esfuerzo. Primera ocasión clara y gol. El marcador al descanso no reflejaba la visto en el terreno de juego.
En el segundo tiempo, el cuadro de Valverde buscó el empate y se reprodujo el mismo guión. Posesión del balón, control del juego y remates sin demasiada fortuna. El Madrid, espectante, cerrado atrás esperando su oportunidad. La mejor ocasión visitante llegó tras un sensacional pase de Banega a la espalda de la defensa blanca. Soldado recogió la asistencia pero se encontró con Casillas. El rechace del portero lo cazó Jonas, y en su enésimo intento, otra vez volvió a fallar. La doble ocasión pudo suponer el empate y hubiera dado un vuelco a la eliminatoria. Para desdicha del Valencia, en la jugada siguiente el equipo merengue sentenció el partido. Coentrao puso un centro al área y Guardado, en una jugada desafortunada, acabó marcando con la mano. Al final, Cristiano pudo matar a un rival moribundo pero Guaita con una actuación soberbia evito la goleada. El equipo valenciano vió como se les escapaba el encuentro y bajo los brazos. Por su parte, el Madrid se aferra a la Copa como consuelo de su pésimo rendimiento en Liga.
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