Fútbol y política nunca han sido
dos buenos compañeros de viaje. Dos temas antagónicos que cuando se juntan no
dejan indiferente a nadie. La gente se pierde entre estos dos mundos, el fútbol queda desvirtuado. Se convierte en un escenario de protesta, donde no todos están de acuerdo con lo que se demanda. Se crean grupos de aficionados del equipo, aquellos más cercanos a la ideología son considerados más forofos del equipo, los demás se sienten desplazados por no seguir la línea del equipo. Aficionados de primera y segunda categoría. Visión errónea de sentimiento a unos colores por compartir ideologías.
El fútbol tiene los ingredientes
necesarios y suficientes. Generador de polémica por excelencia no necesita de
otros. La inclusión política solo hace daño. Cada uno tiene su escenario para
desarrollarse.
El último hecho tiene nombre
propio Salva Ballesta, pero es un nombre de entre una larga lista. Jugadores
que se posicionan políticamente haciendo de su fútbol algo secundario. Crean
amores y odios allí por donde pasan. No solo jugadores, entrenadores,
presidentes y aficiones también muestran sus ideologías en público.
Los más conocidos en los últimos
tiempos son Oleguer Presas, independentista catalán que acudió a una
concentración de la selección española tras la cual manifestó al seleccionador
de entonces, Luis Aragonés, no querer acudir más. Paolo Di Canio, ex futbolista
de la Lazio que saludo por dos veces con el saludo nazi tras marcar. Pep
Guardiola, que durante su etapa de entrenador en Can Barça manifestó sus
sentimientos catalanistas, con aquella famosa frase: “somos de un pequeño
país”. Conocedor de su error no hizo más declaraciones y eludió toda polémica
durante su etapa laboral. Dio un paso hacia atrás.Fantástico, caballero e
inteligente.
La gente no realiza una disociación entre jugador y su ideología política. Cuando se posicionan en política durante su carrera deportiva o ligado a un club sus actos personales afectan a su vida profesional. La mejor elección, no mostrar ideología.Todo esto conduce a una sola conclusión. El fútbol no entiende de política.
Uno de los mejores ejemplos se
llama, Brett Trautmann portero alemán que en el ´41 se alisto a la Luftwaffe
como paracaidista, capturado por los ingleses durante la Segunda Guerra Mundial
ficho por un club inglés ocho años más tarde por el Manchester City ante las
protestas de los aficionados. Trautmann se mantuvo en silencio, entreno y se convirtió en figura. Dos finales
consecutivas de la FA Cup y solo ganando la segunda. Recordado por alzar el
trofeo tras jugar con una vértebra cervical rota los últimos quince minutos. Héroe
para los citizens, anudo los lazos rotos entre Alemania e Inglaterra.

Alejandro Miño González.
@SirAlexei
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