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jueves, 7 de marzo de 2013

Tu al fútbol y yo a la política.

Fútbol y política nunca han sido dos buenos compañeros de viaje. Dos temas antagónicos que cuando se juntan no dejan indiferente a nadie.

La gente se pierde entre estos dos mundos, el fútbol queda desvirtuado. Se convierte en un escenario de protesta, donde no todos están de acuerdo con lo que se demanda. Se crean grupos de aficionados del equipo, aquellos más cercanos a la ideología son considerados más forofos del equipo, los demás se sienten desplazados por no seguir la línea del equipo. Aficionados de primera y segunda categoría. Visión errónea de sentimiento a unos colores por compartir ideologías.

El fútbol tiene los ingredientes necesarios y suficientes. Generador de polémica por excelencia no necesita de otros. La inclusión política solo hace daño. Cada uno tiene su escenario para desarrollarse.

El último hecho tiene nombre propio Salva Ballesta, pero es un nombre de entre una larga lista. Jugadores que se posicionan políticamente haciendo de su fútbol algo secundario. Crean amores y odios allí por donde pasan. No solo jugadores, entrenadores, presidentes y aficiones también muestran sus ideologías  en público.

Los más conocidos en los últimos tiempos son Oleguer Presas, independentista catalán que acudió a una concentración de la selección española tras la cual manifestó al seleccionador de entonces, Luis Aragonés, no querer acudir más. Paolo Di Canio, ex futbolista de la Lazio que saludo por dos veces con el saludo nazi tras marcar. Pep Guardiola, que durante su etapa de entrenador en Can Barça manifestó sus sentimientos catalanistas, con aquella famosa frase: “somos de un pequeño país”. Conocedor de su error no hizo más declaraciones y eludió toda polémica durante su etapa laboral. Dio un paso hacia atrás.Fantástico, caballero e inteligente.

La gente no realiza una disociación entre jugador y su ideología política. Cuando se posicionan en política durante su carrera deportiva o ligado a un club sus actos personales afectan a su vida profesional. La mejor elección, no mostrar ideología.

Todo esto conduce a una sola conclusión. El fútbol no entiende de política. 

Uno de los mejores ejemplos se llama, Brett Trautmann portero alemán que en el ´41 se alisto a la Luftwaffe como paracaidista, capturado por los ingleses durante la Segunda Guerra Mundial ficho por un club inglés ocho años más tarde por el Manchester City ante las protestas de los aficionados. Trautmann se mantuvo en silencio, entreno y  se convirtió en figura. Dos finales consecutivas de la FA Cup y solo ganando la segunda. Recordado por alzar el trofeo tras jugar con una vértebra cervical rota los últimos quince minutos. Héroe para los citizens, anudo los lazos rotos entre Alemania e Inglaterra.



Alejandro Miño González.
@SirAlexei

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